Leyendas y Tradiciones

Una de las principales leyendas de esta bella tierra, la cual se ha convertido en identidad para el pueblo y la más importante conocida a nivel de todo el país es la de NAÚN BRIONES, contada por la gente del sector, es muy importante recalcar que Naún no fue un simple bandolero en ese entonces, él le quitaba a los ricos para compartirlo con sus pobres, pero a continuación un relato de su historia:

NAÚN BRIONES

Quien no ha oído hablar en Loja  de Naún Briones?,  No hay lojano joven o viejo que alguna vez en su vida no hubiera escuchado la historia del joven y guapo bandolero que en nuestro medio fue una especie de Robin Hood porque buena parte de lo robado lo destinó a ayudar a los pobres y necesitados.

Sin embargo como poco se ha escrito aparte de la novela titulada "Polvo y Ceniza" del reconocido autor ecuatoriano Eliécer Cárdenas, se hace necesario obsequiarles a las nuevas generaciones un pequeño relato con matices de novela de historia y de leyenda.

Nuestro distinguido coterráneo Félix Paladines también le dedica unas páginas de su libro "Identidad y Raíces". Pero allí habla más bien del bandolerismo que existió en el agro lojano como única respuesta posible al gamonalismo de los grandes terratenientes que hasta llegaron a poner marcas a sus peones como lo hacían con el ganado mediante herramientas calentadas al rojo vivo.

"El bandolerismo por lo mismo dice Paladines, era el recurso heroico, el extremo y el único posible contra el señor feudal criollo, contra el bárbaro capataz hacendatario... era el pueblo que insurgía, eran las primeras formas de rebelión, era la etapa prepolítica de la lucha: Naún Briones, Víctor Pardo, Pajarito y tantos y tantos otros, eran campesinos  jóvenes y altivos, valientes de gran prestancia física y de abierto corazón..."

Don Horacio Briones y su familia vivían cerca al pueblo de Cangonamá en una pequeña casa de bahareque junto  a la parcela de tierra que habían recibido del dueño de la hacienda en calidad de arrimados, modalidad mediante la cual debían pagar el alquiler de la tierra mediante el pago de un determinado número de días de trabajo al mes.

Como la parcela era pequeña, no les daba para vivir lo poco que sembraban en ella, cuanto más que solamente podían aprovechar la época de lluvias, pues el agua de riego era solamente para las tierras del patrón. Por eso Don Horacio trabajaba también como arriero y en esa tarea le ayudaba su hijo mayor Gilberto, mientras que la hija y el pequeño Naún  siempre quedaban junto a la madre.

Por eso Naún apenas pudo terminar el tercer grado de escuela porque muy pronto debió convertirse en el hombre de la casa, el que proveía de alimentos-aunque sea  robados- a su madre y a su hermana, cuando demoraba mucho la vuelta de los arrieros y en la casa no había que comer.

La vuelta de los arrieros, casi nunca con dinero pero sí con provisiones que la madre hacía alcanzar hasta el retorno del próximo viaje, era recibida con mucha alegría, pero después de algún tiempo cayó enfermo Don Horacio y no volvió a levantarse. Fue "secándose" poco apoco "hasta quedar del peso de un borrego de seis meses", según el decir de la gente, y cuando fueron a enterrarlo, Naún que entonces ya tenía 14 años ayudó a cargar el liviano cajón de madera que le pagaron al tendero con la venta de la vieja y única mula que les servía para todo menester y en esa ocasión les ayudó también para pagar las deudas contraídas durante la enfermedad  del que en ese momento ya era un difunto.

Mientras caminaban hacia el camposanto, Naún iba cavilando y pensaba que a su padre de nada le había servido ser honrado y trabajador porque había vivido pobre, había muerto pobre y había dejado a su familia inmensamente pobre. Echaba la culpa de ello a los ricos que se aprovechan del trabajo de los humildes y juró junto a al tumba de su padre que se haría bandolero para quitarles lo que les sobraba a los ricos para darles lo que les hacía falta  a los pobres.

Algún tiempo anduvo Naún espiando la llegada al vecino pueblo de Cangonamá del famoso Pajarito quien, a pesar de que se hallaba ya un poco viejo, no había dejado de ser el mejor bandolero de las fronteras ecuatoriana y peruana.

La oportunidad se le presentó de frente cuando un día llegó el bandido a la bodega del tendero. Cuando Pajarito llegaba al pueblo con su banda de ladrones, todas las puertas se cerraban y sólo se espiaba a través de las rendijas. Generalmente los bandidos se quedaban afuera cuidando las espaldas de su jefe  y sólo éste entraba en la tienda para proveerse de lo necesario. En ese momento nadie osaba salir fuera de sus casas, peor aún entrar en la misma tienda en la que había ingresado el bandolero, pues corría el riesgo de ser detenido a tiros y convertirse en cristiano muerto.

Pero Naún, al ver que Pajarito ingresó a la bodega del tendero, con toda calma caminó en la misma dirección e ingresó en la tienda. Los guardaespaldas de Pajarito no le hicieron caso porque se trataba sólo de un flacucho adolescente de 14 años que parecí tener sólo 11 o 12 y no representaba el menor peligro para su jefe.

De todas maneras Pajarito lo recibió con cierta reticencia y tubo recelo de que hubiese sido enviado a espiarlo. Pero cuando el bandido le puso en la frente la punta del revólver y lo conminó a que "desembuche" si alguien lo había enviado, Naún no se inmutó y con toda calma le explicó que lo único que deseaba era unirse a su banda  u convertirse en un  ladrón como él y todos los que le acompañaban.

El viejo y experimentado bandido no podía creerlo. Le dijo que era muy joven para esa empresa e hizo cuanto estuvo a su alcance para desanimarlo, pero ante la firme decisión del muchacho, le aconsejó que se consiguiera un caballo o una buena mula y esa noche lo esperaría en el cruce de caminos más cercano.

¿Cómo conseguir un caballo o una buena mula? Tenía que robarlo. No había otra alternativa. Pero tuvo la desgracia que el tendero fue testigo de esta conversación y alertó a los vecinos, de modo que esa noche, cuando Naún trató de robarse un caballo, los alertados le cayeron encima y al otro día lo enviaron a la cárcel.

Por ser menor de edad y no tratarse de un delito grave, Naún sólo permaneció algunos meses en prisión, pero de allí salió jurando que se vengaría de todos los ricos del mundo y ayudaría a los pobres de su tierra.

A poco de esto asaltó el solo el establecimiento de un próspero hombre de negocios de Catacocha y se robó su dinero en un abrir y cerrar de ojos. Con eso compró un buen caballo, dos revólveres, una carabina, buena ropa, botas, un elegante sombrero peruano y salió en busca de la banda de Pajarito, dejando al paso a su familia el dinero que le había sobrado.

En la banda de Pajarito todavía se encontraba el viejo bandido apodado Chivo Blanco, el mismo que recibió con mucha reticencia al joven Naún Briones, quien se presentó todo vestido de blanco, con las cananas cruzadas al pecho y un pañuelo azul anudado en el cuello. Tan pronto lo vieron acercarse los bandidos se alistaron para dispararle, pero Pajarito los detuvo diciendo que era su conocido y se trataba sólo de un antiguo amigo que deseaba convertirse en un ladrón igual a ellos.

 Cuentan que Chivo Blanco estaba bebiendo y se puso agresivo con el visitante, a quien lo desafió a disparar sobre una tapa de cerveza colocada en una piedra a regular distancia. El muchacho aceptó el reto pero exigió una recompensa para el ganador. Apostaron sus revólveres y le ganó Naún, por lo cual desde entonces sólo utilizó el bueno y certero revólver de Chivo Blanco.

Después de poco tiempo el joven bandolero ya no precisó de la tutela de la banda de Pajarito y de Chivo Blanco y se lanzó por su cuenta y con su propia gente a la gran aventura de asaltar a los grandes hacendados de la región, a quienes dicen que primero les enviaba un mensaje para que "aflojaran" grandes sumas de dinero y si no lo hacían les caía por sorpresa y arrasaba con  todo, incluyéndose en sus fechorías el ultraje a mujeres cometido principalmente por la gente que lo acompañaba.

Si de estos botines daba una parte  a los pobres, no se sabe a ciencia cierta. Pero Hay gente que de Cangonamá que cuenta que le recibieron en préstamo buenas sumas de dinero para saldar deudas urgentes o salvar del embargo a sus bienes y que jamás le devolvieron porque él nunca les cobró y porque además nunca volvieron a verlo  durante la corta existencia del bandido.

Entre las anécdotas que nuestra  gente conoce acerca de la vida de Naún se encuentra aquella de que en cierta ocasión no tuvo  reparos en hallarse presente en una gran fiesta que dio un acaudalado personaje de la ciudad de Loja, a quien él había ayudado a poner orden entre sus peones sublevados. Pero que por esta misma razón recibió el rechazo de la gente que tiempo después se tomó una hacienda de la Asistencia Social y casi no logra convencerlos para que aceptaran su ayuda cuando marchaban sobre ellos las fuerzas militares al mando del Coronel Deifilio Morocho, en cuya gresca Naún Briones le disparó e hirió en una mano que le dejó inutilizada para toda la vida.

También hay una que ha sido contada  por la propia persona que manifiesta haber recibido el favor de Naún y ocurrió en aquella época en que todos los facinerosos que deseaban asaltar y robar, lo hacían titulándose Naún Briones. Dicen que esta mujer era una pobre viuda que había vendido en 80.000 sucres su propiedad ubicada en la jurisdicción de San Pedro de la Bendita, cerca al sitio denominado Las Chinchas, para pagar con ese dinero una deuda que su difunto esposo había contraído con el Banco de Fomento, y que habiéndose anoticiado de tal negocio, un avivato fue esa noche a su casa y al grito de "yo soy Naún Briones", La intimidó para que le entregara el dinero. Dicha viuda había dado posada, horas antes, a un joven que fue a pedirle un rincón de su casa para pasar la noche, y al escuchar la intimidación del bandido, salió al frente y le dijo: "Desgraciado, yo soy el verdadero Naún Briones" y con un certero disparo lo despacho al otro mundo.

También dicen que la gente lo consideraba como un redentor de los pobres y no faltaron quienes inclusive le compusieron versos, como el propio Víctor Pardo que en la novela de Cárdenas figura como un idealista que nunca tuvo en sus manos un revólver y fue un poeta que lo acompañó voluntariamente hasta el propio día de su muerte, en que cayeron abatidos los dos. En cuanto a mujeres, dicen que lo adoraban, pero solamente con una se casó obligando al cura para que les echara la bendición sin necesidad de papeles, de testigos ni de nada, porque la novia- que era una mujer joven y hermosa- le dijo que sólo muerta la llevaría con él si no era con la correspondiente bendición ante el altar.

¿Cómo ocurrió su muerte? Dicen que la presencia de Naún Briones se convirtió en cuestión de honor para las autoridades provinciales e inclusive para el propio gobierno nacional hasta donde llegaban las quejas de que ese bandido no dejaba en paz a los hacendados de la provincia de Loja  y fue precisamente merced a su gran influencia que el ejército fue conminado a terminar con él.

Tamaña tarea fue encomendada al Coronel Deifilio Morocho, quien ya tenía una deuda pendiente con Naún desde que le inutilizó una de sus manos de un certero balazo que estuvo destinado a su cabeza, pero que cambió de rumbo cuando el Coronel instintivamente levantó el brazo en esa dirección. Por eso el militar le se guía los pasos como un sabueso y el bandido siempre se le escapaba lanzándole una sonora carajada que lo hacía ponerse lívido de coraje.

Pero como bien dice el refrán que "no hay mal que dure cien años", la corta vida de este joven bandolero lo esperó al amanecer de una noche que había pasado rasgando las cuerdas de su vieja guitarra en una pobre casucha ubicada en lo alto de la quebrada de piedra liza, en Sozoranga, acompañado solamente de sus viejos amigos Rindolfo y Víctor Pardo, mientras el dueño de la casa, un pobre campesino, les servía de cuando en cuando un poco de agua de canela con aguardiente.

¿Cómo supieron los soldados que allí se encontraba el escurridizo Naún Briones?

Los  militares habían apresado en el pueblo a un muchacho que accidentalmente conoció hacia donde se dirigían los bandidos y con torturas lo obligaron a declarar e inclusive a que fuera junto con ellos para que les mostrara el camino y el lugar exacto donde quedaba la casa en la cual iban a pernoctar esa noche.

Así tuvieron todo el tiempo necesario para rodear el sitio y preparar la celada. De esta no podía salvarse.

Cuando amanecía y Rindolfo salió apresurado porque creyó escuchar unos pasos sigilosos, ya fue tarde. Apenas logró dar unos pasos y cayó abatido por los certeros disparos de los soldados.

Por su parte Naún Briones logró llegar un poco más lejos y apertrecharse en la hendidura de la gran piedra que daba su nombre a la quebrada, pero los uniformados le lanzaron una dinamita y luego el mismo coronel Deifilio Morocho se encargó de ultimarlo.

Su cadáver fue llevado a Loja y todos los habitantes de la ciudad se volcaron hacia el anfiteatro del Hospital San Juan de Dios para conocer al legendario Naún Briones. Quienes lo vieron me contaron que no era como alguien lo había descrito: cara gruesa y nariz roma. Nada de eso. Su cara era blanca, ciertamente redonda, pero de finas facciones, su nariz pequeña y delgada. Su boca entreabierta dejaba ver una hilera de dientes blancos. Sus ojos estaban cerrados, pero unos dicen que eran verdes, otros de color canela igual que su pelo claro y ensortijado. Su cuerpo delgado y pequeño, a lo más de 1.60 m. de estatura. Como siempre vestía camisa y pantalón blancos que a la sazón estaban manchados de sangre y lodo. Sus pies calzaban botas hasta la media pierna. Así fue como lo conocieron en nuestra provincia y así lo vio la gente de nuestra ciudad cuando trajeron los despojos de este hombre que a sus escasos 30 años contaba con una larga y temeraria historia.



En lo que tiene que ver a su identidad cultural se han perdido las tradiciones de la vestimenta,  no utilizan sombrero, ni pantalón de tela y camisa. Existía la fiesta de la preparación del seco de carne ya no se realiza hace bastante tiempo, en esta fiesta se preparaba un seco de chivo y se les daba a todos los asistentes, esta tradición tiene mucho tiempo de desaparecida.

Los conocimientos que más se utilizan son sobre todo en el campo del uso de las plantas (etnobotánica) y  en el campo de la medicina (parteras). En Saraguro las mujeres manifestaron que están realizando un proyecto para rescatar los conocimientos ancestrales del uso de las plantas medicinales. Actividades muy valoradas por la ciudadanía son las exposiciones de tejido, elaboración de artesanías, cerámicas, comida, danzas, realizadas por mujeres de Saraguro.

Todavía se conserva la curación con medicina natural, en razón de que la mayoría de las plantas curativas se las encuentra en la zona y en un jardín que tiene cada morador.

En el sector existen personas que dan asistencia de partos en forma tradicional este son los casos de: Sr. Arteman Mori, Sra. Charito Salcedo y Sr. Jacinto Troya, los estos señores se encuentran en la cabecera Parroquial.